sábado, 26 de septiembre de 2009

¿Scioli dejó de ser ambigüo?

Sobre los recientes conflictos en la provincia de Buenos Aires

Para sobrevivir en importantes cargos en gobiernos casi antagónicos, como lo fueron los de Menem y Kirchner, hay que tener un ‘don’ especial. Felipe Solá, el antecesor de Daniel Scioli en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, confesó ante las cámaras su estrategia: “hay que hacerse el boludo”, dijo, muy suelto de cuerpo. Y la táctica le resultó, por lo menos por un buen período.

En el caso de Scioli, digamos que hasta ahora mantuvo cierto equilibrio, muy precario por cierto, pero que lo mantuvo con una imagen casi positiva, y de los dirigentes del actual gobierno fue uno de los menos criticados por la oposición (tanto la mediática como la política).

Sin embargo, en las últimas semanas las cosas parecen haberse complicado bastante. La reforma impositiva, pensada para no afectar al grueso de la población, sino a los sectores más pudientes, en especial propietarios de las tierras más ricas de la provincia, con el aumento de la alícuota del Inmobiliario Rural, provocaron un cimbronazo.

Veamos: según calculan los técnicos del gobierno, aportará unos 150 millones de pesos más por año, dejando exento del pago al 25 por ciento de la superficie productiva y gravará con más fuerza a las superficies de la Zona Núcleo (norte de la provincia), donde una hectárea está valuada en 10.000 dólares. Por otro lado, el ejecutivo explicó en la conferencia de prensa del martes 22, que el Impuesto Inmobiliario Urbano afectará sólo al 13 por ciento de los inmuebles (20 por ciento máximo de aumento) y dejará sin incremento al 44 por ciento, mientras que otro 43 por ciento recibirá descuentos en sus tributos.

Claro, los mayores gravámenes son para los sectores minoritarios, los que no aportan demasiados votos y, además, según dichos de los funcionarios del gobierno de Scioli: “pagan dos pesos de impuestos por verdaderos castillos”.

Otra parte de la reforma iba dirigida a poner en práctica el Impuesto a la Herencia (que no se estaba cobrando), pero para cifras mayores de los tres millones de pesos. Todo estaba bien pensado, como para no afectar al mayor caudal de votantes, como para poder enfrentar el próximo acto electoral, ya sea como candidato a gobernador o a presidente, en las mejores condiciones.

Lo que no calculó, según parece, es la nueva alianza que está funcionando aceitadamente desde hace un año, compuesta por los multimedios de comunicación (Clarín, Nación, Hadad, De Narváez y otros), el macrismo y algunos sectores de la Coalición Cívica, y el poderoso espectro rural, que supo alinear detrás de la Sociedad Rural hasta a los medianos productores.

Estos sectores, inmediatamente titularon de “impuestazo” a la reforma y amenazaron con cortar rutas, desabastecimiento y alza de precios. Y como una mano lava a la otra, los multimedios fueron claros, palabras más palabras menos: “Nosotros criticamos cualquier acción para reducir sus ganancias y ustedes nos apoyan para que no salga la ley antimonopolios. Aseguramos prensa para sus candidatos y ustedes garantizan buena letra en los próximos parlamentos.”

Por lo tanto, el gobernador debió sentarse a negociar y prometer, no se sabe bien qué, pero seguramente, en las próximas horas, la incertidumbre cederá junto a la ambigüedad gubernamental y se definirá hacia dónde se orientará el gobierno provincial en los dos años que le quedan de ejercicio.

Y cómo si esto fuera poco, apareció el otro conflicto (ver nota aparte): Kraft quiere imponer su método y exige, con todo el poder de un monopolio: “las únicas leyes que valen son las nuestras.”
Aquí también parece haber concluido finalmente la ambigüedad.

¿Es que todos los conflictos y las protestas no son iguales?
¿Desde ahora habrá: mesa de negociación para unos y palos para otros?
¿Será ése el camino para ser candidato en la Argentina de hoy?

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