sábado, 27 de febrero de 2010

¿Ahora Menem encabeza la oposición?

La oposición rabiosa contra el gobierno de Cristina Kirchner llegó, esta semana, hasta su punto máximo de irracionalidad.

La falta de ¿capacidad, inteligencia, manejo político? de sus máximos dirigentes, los llevó a depender de una de las figuras más denostadas de los últimos tiempos. Claro que Carlos Saúl tiene todavía sus seguidores, principalmente aquellos beneficiarios de sus políticas (que por supuesto son minoría, aunque con mucho peso en el país), pero también es cierto que su avanzada edad y algunas de sus características personales, no lo hacen demasiado confiable para el ‘establishment’. Y ese es un apoyo indispensable para cualquier candidato a la presidencia, si no tiene un apoyo popular importante.
Pero lo que deja al descubierto lo ocurrido esta semana, es la fragilidad de la eventual alianza opositora, que intenta endilgar en la actual gestión presidencial, muchos de los notorios defectos de los anteriores gobiernos, integrados por los mismos actuales dirigentes.

Es evidente que tendrán que realizar un serio análisis de sus acciones de los últimos tiempos, por lo menos para averiguar por qué llegaron a esta situación, en la que precisan la ayuda de quien muchos consideran el paradigma de la corrupción y la entrega, para obtener un lugar privilegiado en el senado de la nación.

Es probable que la oposición salvaje logre socavar el prestigio y el poder de cualquier gobierno, y en este caso lo están consiguiendo, pero también habrá que tener en cuenta qué es lo que quedará después de ello, en especial cuando no se percibe el crecimiento de un liderazgo opositor, y cuando existen tan nefastos antecedentes de las alianzas ‘en contra de’, que llevaron a la profundización de la crisis social, política y económica en 2001.

Tal vez, a casi dos años de la asunción de un nuevo gobierno, para la oposición haya llegado el momento de cambiar la estrategia. Por ejemplo, empezar a elaborar un programa alternativo a todo aquello que consideran negativo de la actual gestión, y unir fuerzas que realmente sean capaces de sostener un programa común (y que pueda ser cumplido luego de un eventual triunfo electoral).

Quizá, como parece lógico, no podrán encolumnarse todas las heterogéneas fuerzas que hoy los medios llaman oposición, pero tal vez puedan conformarse fuerzas creíbles, basadas en propuestas y en programas antes que en el odio y la oposición por la oposición misma, y logren darle más credibilidad a sus propuestas.

Mientras tanto, sólo el logro del aplauso de los medios concentrados (que como se sabe tienen sus propios intereses que no siempre coinciden con los del país), no garantiza para nada un triunfo electoral.

Y ojo, entre Cristina Fernández y Duhalde o Macri o Menem o Cobos o algunos otros, más allá de las preferencias políticas, existe un abismo intelectual que deja muy mal parados a los hombres.
Guste o no, habrá que reconocer que la figura presidencial argentina hoy está a una altura pocas veces vista, por lo menos en la consideración de la mayoría de los dirigentes políticos de América.

Sería lamentable que en 2011 los argentinos tengamos que depender de alguna figura débil, balbuceante o de poco vuelo, para tratar con los líderes latinoamericanos, que cada día parecen más capacitados para imponer sus intereses o sus ambiciones.

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