miércoles, 19 de septiembre de 2012

Homus gorilus


No es lo peor que el hombre descienda del mono, como dijo Darwin, sino que, un sector de esta especie homo, está evolucionando directamente hacia el mono, y tal vez hacia un gorilismo espantoso y peludo.

Conocemos algunos ejemplares humanos que solo se diferencian de los simios en que se afeitan todas las mañanas, se ponen desodorante en las axilas, se platinan el pelo y, que en vez de exhibir unas encías enormes, enseñan varias muelas de oro cuando se ríen, y ensayan algún insulto gratuito y subido de tono. 

Las pasadas torturas en las cárceles, las violaciones masivas como hitos de victoria 1 a 1, el fanatismo religioso que te condena al fuego eterno son olvidados. Los improperios como: "Andáte yegua", que emergen del subconsciente más sucio de algunos sectores de la clase media, son formas de comportarse que dejan a cualquier mono muy por arriba en la escala de nuestra especie. 

Cada uno de estos simios humanos pertenece a una clase distinta y se presenta con un disfraz característico. Unos escriben en sus pancartas: "Queremos ser libres". Otros: "Que nos dejen comprar dólares". o: "Ché Néstor, te olvidaste de llevarte a Cristina". Faltaría poner: "Que vuelva el cáncer". 
Son graciosísimos.  

Hay gorilas con el pecho cubierto de medallas por los triunfos pasados, orangutanes con carnet de "niño bien" en el bolsillo, rubias chimpancés con grititos sacados, y hasta algunos primates con salvoconducto de diputado. También está el opositor respetuoso que no quiere pisar el césped y el escritor narcisista que se masturba públicamente como macaco. Compáralos con un mono angelical y piensa quién es más cruel, más idiota y necio. 

Solo en contadas ocasiones he tenido contacto directo con el mundo de los simios, pero hace muchos años, en un circo de Buenos Aires, vi a un orangután que le arrebataba una cacerola a un payaso para comenzar a golpearla. Después de un rato la bestia estaba cansando al público porque no sabía hacer otra cosa. Ahí el payaso le pidió la cacerola. Entonces el simio se juntó con un Tony y salieron corriendo por toda la arena del circo hasta que se subieron a una escalera gritando "No ven, acá no hay seguridad". 

En otra oportunidad me quedé solo ante un chimpancé, los dos cara a cara. Traté de sostenerle la mirada durante unos minutos. Tuve que apartar los ojos porque aquel parecía decirme: "Lo sé todo de ti, me querés sacar todo lo que tengo". Entonces se comió la banana que tenía en sus manos para mostrarme luego unos dientes descomunales y burlones.   

Manuel Vicent cuenta que en la reserva de Tsavo, en Kenia, asistió a una arenga militar. A la sombra de una acacia un mono instructor caldeaba los ánimos de un pelotón de babuinos. Según el guía, los estaba preparando para atacar a un bando enemigo, que a su vez también recibía instrucciones para la defensa. "Si no matan, se aburren. Hagan bien las cosas, el bando contrario, o las hagan mal, igual van a atacarlo". Todos quieren ser héroes", dijo el guía.
Pero, ningún gorila se queda sin comida, tiene de sobra siempre. Por eso me llama la atención aquel cartel que decía: "En el barrio norte también pasamos hambre".

Juan Disante

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